Saturday, July 25, 2020

Museo Olímpico De Lausana (Suiza)




Esta ciudad suiza acoge el Comité Olímpico Internacional y desde 1993, gracias al impulso de Samaranch, el Museo Olímpico. Nada más llegar nos llama la atención una gran fuente en un entorno idílico de jardines con unas espléndidas vista al lago Leman. Se accede por unas rampas para superar cinco niveles que aparecen jalonados por esculturas de artistas famosos, como Botero y Chillida.
Tras dejar atrás el listo que recuerda el récord mundial de salto de altura, el interior alberga una exhibición relacionada con el deporte y el movimiento olímpico desde la Grecia clásica hasta nuestros días a través de un recorrido muy didáctico.
Vídeos, paneles, juegos interactivos, pebeteros, medallas y todo tipo de objetos, algunos donados por algunos héroes olímpicos, que nos transmite toda la emoción del deporte.
(Fotos de julio de 2019 y febrero de 2020)  































































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Damas Asesinas | Tori Telfer



Cuando pensamos en las figuras más oscuras de la historia, como los asesinos en serie, automáticamente nos vienen a la cabeza Jack el Destripador o Ted Bundy. La imagen que se nos dibuja en la mente es la de un hombre sin alma, dispuesto a terminar con la vida de víctimas inocentes que, a menudo, son mujeres. Pero, por desgracia, la violencia y la maldad no es exclusiva de los hombres. Y curiosamente en esta faceta de la vida, también las mujeres se encuentran marginadas. Porque, ¿realmente somos conscientes de la existencia de asesinas?

Damas asesinas. Mujeres letales de la historia es un terrorífico viaje al lado más truculento del género femenino que visibiliza nombres propios de mujeres realmente sanguinarias. Porque, ironías de la vida, en lo que a maldad se refiere, también la historia ha vilipendiado a las mujeres. La autora empieza su repaso por la vida de estas mujeres malignas haciendo una brillante reflexión sobre la imagen social de las asesinas a lo largo de la historia: 
La sociedad tiende a sumirse en una especie de "amnesia colectiva" cuando se trata de recordar los episodios de violencia femenina. 
Tori Telfer hace una brillante radiografía del imaginario colectivo, que tiende a situar a estar mujeres en un plano ficticio, irreal, porque, al parecer, al mundo le cuesta entender que una mujer, un ser que, por naturaleza nos da la vida, pueda llegar a quitarla por voluntad propia. Un valiente alegato en defensa de la visibilización de estas mujeres para poder descubrir a muchas de ellas que aún se encuentran en la sombra: 
Saldremos ganando si reconocemos la existencia de la agresividad femenina, incluso cuando esta es enfermiza y retorcida. No hacerlo implica negar la realidad. 
Con este brillante preámbulo, Tori Telfer inicia su terrible recorrido con Erzsébet Bathory, "la gran dama de las asesinas en serie". Tras ella, un elenco de mujeres, a cual más cruel, de todos los rincones del planeta y de distintas épocas. Mujeres mayores, como Nannie Doss, conocida como la "Abuelita risueña", que se deshizo de sus maridos y otros miembros de su familia y siempre mantuvo una macabra sonrisa en los labios hasta que fue condenada. Un caso que conmocionó a los Estados Unidos a mediados del siglo pasado aunque a la opinión pública le costó tratar a aquella asesina como tal. De Norteamérica, la autora nos trae otros casos igualmente aterradores como el de Anna Marie Hanh, que tuvo el dramático honor de ser la primera mujer en ser ejecutada en la silla eléctrica, Kate Bender o Tillie Klimek.

La muerte a manos de psicópatas no fue exclusiva de los Estados Unidos. También en otros puntos del planeta, como Marruecos o Egipto, fueron escenario de truculentas historias para no dormir. Tal fue el caso de la bailarina marroquí Oum-El-Hassen o unas hermanas egipcias, Raya y Sakina, que a principios del siglo XIX, en plena turbulencia por la independencia de Egipto, regentaban un prostíbulo en el que el horror se escondía tras sus mugrientas paredes.

Erzsébet Bathory. Wikimedia Commons

Mujeres aparentemente normales, con vidas anodinas; mujeres que estaban llamadas a ser monjas y, lejos de ser santas, se convirtieron en el diablo en la tierra. Tal fue el caso de Elizabeth Ridgeway, una mujer que envenenó a todo aquel que la contrariaba, una mujer que "sentía hastío, frustración y claustrofobia a menudo, y, cuando se hallaba inmersa en esos estados de ánimo, asesinaba a las personas que invadían su espacio vital". Descripción con la que, como afirma Telfer, "los investigadores clasificarían a los psicópatas". Pocos años antes de que Jack el Destripador sembrara el pánico en las calles londinenses, el Burnley Advertiser decía esto de Mary Ann Cotton: "Jamás ha pisado la tierra monstruo más horrendo que ella".
Las asesinas en serie a menudo pasan desapercibidas durante mucho tiempo, sí, Pero, ojo, toda esa retórica sobre que "nadie se da cuenta de que las asesinas en serie existen de verdad" puede derivar rápidamente en el más absoluto ridículo. 
Condesas, nobles, marquesas aterradoramente crueles, mujeres con dramáticos pasados que prolongaron su trágico destino por propia voluntad. Asesinas a las que no les temblaba el pulso a la hora de cocinar suculentos pero letales platos aunque también hubo que ejercieron una incomprensible violencia. Otras lo hacían colaborando unas con otras... Mujeres que mataban a sus seres queridos o a cualquiera que le sirviera como objeto para su macabra diversión. Cuando fueron condenadas, algunas se derrumbaron pero otras mantuvieron su heladora impasibilidad hasta el último latido de su corazón, mujeres con historias desgarradoras como la de Darya Nikolayevna Saltykova o Alice Kyteler. No sabría decir cual de ellas me ha producido más pavor.

Mary Ann Cotton. Wikimedia Commons

Damas asesinas es un libro duro de leer, no os voy a engañar, la propia autora reconoce que llegó a llorar dos veces en el proceso. Pero es interesante descubrir que la maldad puede esconderse detrás de cualquier ser humano, sea hombre y mujer. Cada biografía, que se puede leer de manera aleatoria, está tratada de manera amena, alejada de morbos facilones y planteando la muerte como algo muy serio.

Tori Telfer ayuda con su planteamiento a remover las conciencias, porque pone de manifiesto que incluso en el ámbito de la violencia, las mujeres, o el tratamiento que se hace de sus casos, no son tratados como los de los asesinos en serie. Telfer pone de manifiesto que ellas, como ellos, eran "terrible, intrínseca e ineludiblemente humanas". 

 Ficha técnica 

TítuloDamas asesinas
Subtítulo: Mujeres letales de la historia
AutoraTori Telfer
Género: Biografías
Editorial: Impedimenta
ISBN:  978-84-17553-37-1
Nº de páginas: 400
Precio: 24,95€

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Enric Gros: Una Campaña De Herborización En Andalucía (1919)



       A mediados de la segunda década del siglo pasado se formó uno de los equipos más peculiar y efectivo de la botánica española. Era un trío formado por un recolector, un determinador y un organizador.
       Carlos Pau y Español (1857-1937) era el encargado de determinar las plantas en la rebotica de su farmacia de Segorbe (Castellón), aunque también herborizaba cuando podía. En esa época, era el mejor conocedor de la flora española, había conseguido formar el herbario más completo de España y tenía la biblioteca botánica más actualizada. Se consideraba deudor de Frederic Trèmols (1831-1900), botánico vocacional, que había sido profesor suyo de química en la Facultad de Farmacia de Barcelona, ​​y de Francisco Loscos (1823-1886), que lo guió y aconsejó en sus primeros tiempo como botánico desde su farmacia de Castelserás, en el Bajo Aragón. El ejemplo de este último, que terminó incomprendido y amargado, le mostró que la dedicación a la botánica debía mantenerse dentro de unos límites, pero esto no impidió que, aunque enfrentado con los botánicos que ocupaban cargos públicos en Madrid, estableciera una extensa red de corresponsales por toda España, ampliando así la que había "heredado" de Aragón por parte de F. Loscos. Asimismo, mantenía correspondencia con los más activos botánicos europeos. Entre sus corresponsales era famoso por su formalidad y concisión, espoleándolos siempre a trabajar más y con más rigor. De hecho, él es en buena parte el responsable, gracias a su insistencia, de que vieran la luz la Flora Descriptiva é ilustrada de Galicia(1905-1909) de Baltasar Merino (1845-1917) y la Flora de Catalunya(1913-1937) de Joan Cadevall (1846-1921).
       Pius Font i Quer (1888-1964) era el coordinador del grupo, se encargaba de la logística y, cuando podía, ayudaba a los otros dos. Químico y farmacéutico de formación, en 1911 había ingresado en el ejército como farmacéutico militar y alternaba su carrera militar con la de naturalista al servicio del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona. Se reconocía discípulo de Joan Cadevall y pronto buscó también el apoyo de Carlos Pau, con quien mantuvo una relación larga y fructífera, hasta la muerte de éste.

      Enric Gros i Miquel (1864-1949), el recolector, había nacido en Franciac de la Selva, una aldea de Caldes de Malavella (Gerona), en una familia pobrísima y hasta los 20 años no aprendió las primeras letras. Según Font i Quer, en su juventud había "tastat múltiples oficis: captaire, vailet de pastor, bouer, boscater, carboner de bosc i de ciutat, segador, dallaire, taper, ...". Más tarde, ya con Cuba independiente, se fue a la Habana –parece que huyendo de algún lío como sindicalista–, se prestó a dejarse inocular por mosquitos infectados de fiebre amarilla y casi pereció en el empeño. Allí trabajó como ayudante de laboratorio, especializándose en el cultivo de larvas de mosquito y aprendió el uso del microscopio. Al retornar a Barcelona, ​​Odón de Buen (1863-1945), entonces catedrático de zoología, lo contrató como ayudante de prácticas en la Universidad, y como tal fue quien enseñó técnica microscópica al curso de Font i Quer. Después continuó su periplo por los Laboratorios de Biología Marina que de Buen fundó en Porto Pi y en Málaga. Cuando residía en esta ciudad, a través de Francisco Beltrán Bigorra (1886-1962), entró en contacto epistolar con Carlos Pau. Éste le encomendó la exploración de los alrededores de Málaga y quedó tan satisfecho que, en el trabajo donde publicó sus resultados, incluye la carta que le había remitido Enric Gros contándole las estrategias y dificultades que había tenido que afrontar. Y acaba Pau*: "Pocas palabras. Recomiendo a este "hombre singular" como escribió Loscos en caso parecido... pero ¿a quién? Fuí tan mal político, que jamás cultivé el trato de los dispensadores de prevendas y beneficios. Gros deberá salir de Málaga: hagan el milagro, aunque se aprovechen mis enemigos de enfrente. Denme ese disgusto." Quién recoge el reto es Font i Quer, que consigue que cuando se estaba constituyendo el Museo de Ciencias Naturales de Barcelona se contratara a Gros como recolector. Así, a finales de 1916, Gros, con 53 años, volvió a Barcelona y ya no cambió más de oficio hasta que, jubilado, se retiró a Calvià en Mallorca. Mientras tanto, recorrió solo o en compañía de Font i Quer, una buena parte de la Península Ibérica, Baleares y norte de Marruecos y los miles de plantas que reunió forman actualmente la base de las colecciones del Instituto Botánico de Barcelona.
            La fuente del viaje de hoy es la extensa carta que Gros envió a Pau, explicándole el desarrollo de la campaña de recolección por Andalucía en 1919, y que Pau –siempre falto de tiempo– insistió en publicar, también, como prólogo de su trabajo, argumentando: "con el fin de que se pueda apreciar con exactitud lo mismo su entusiasmo científico, que su estado psicológico, durante su molesta campaña.". El viaje se inició con la salida de Barcelona el 20 de abril, con considerable retraso sobre las previsiones por culpa de una huelga general, y lo dio por terminado al regresar a Ronda el 12 de julio. Lo acompañó, a partir de Málaga, Eugenio Estremera, que había sido su práctico años antes en esa ciudad, y sólo al final del viaje, en julio, cuando visita Ronda y la Sierra de las Nieves lo hará sin su compañía. El objetivo del viaje es la recolección de cualquier planta que esté en condiciones, pero especialmente las del género Sideritis, debido a que Font i Quer está preparando una monografía y ya le ha proporcionado una lista con las localidades conocidas en las que hay que herborizarlas.
 
Itinerario seguido a pie por Enric Gros y Eugenio Estremera
      Gros embarcó en Barcelona, con 180 kg de carga, hacia Málaga, donde llegó 6 días después, tras hacer escala en Valencia y Alicante. Durante los casi tres meses en que recorrió tierras andaluzas se desplazó entre el límite de la provincia de Granada por el Este hasta Medina-Sidonia en Cádiz por el Oeste y entre Los Barrios, cerca de Algeciras, por el Sur, hasta Ronda o la Sierra Tejeda hacia el Norte, recolectando tanto las zonas litorales como las sierras más destacadas. Así, recorre a pie casi todo el litoral, desde cerca de Almuñécar hasta Castellar de la Frontera, y sube a las sierras Tejeda, de Mijas, Marbella [Sierra Blanca], Bermeja y de las Nieves. Dedica muchos días a Sierra Bermeja y a Sierra Tejeda, donde las recolecciones, a pesar del año seco, son provechosas. En cambio, sale muy decepcionado de la Sierra de las Nieves, que es la que tenía más interés en conocer. En total, recorrieron a pie y cargados con las prensas para las recolecciones del día unos 800 km, aparte de los transitados en carruajes o en tren.
       Gros hace una descripción sencilla pero informativa del itinerario, trabajos e incidencias remarcables. Casi día a día cuenta el trayecto, el medio de locomoción y deja entrever la logística, realmente compleja, con las prensas y el papel de secar. Todo vale para los envíos en avanzada de prensas, vacías o llenas, hacia los lugares previstos de paso: tren, diligencias, arrieros. Explica también el secado de las plantas y las remesas de los paquetes con las ya secas hacia Barcelona. A menudo las pernoctaciones adquieren protagonismo, alguna vez aparece el nombre de la posada, pero también lo cuenta cuando la habitación es improvisada: estaciones de tren, cuevas, refugios de pastor. El estilo de la redacción es sencillo y alguna vez algo irónico y consigue transmitir –como dice Pau– el estado anímico del protagonista. En general, se desespera cuando las plantas están agostadas y ya no sirve de nada herborizarlas, pero en cambio soporta con cierta estoicidad cuando les cae algún chaparrón en la sierra que los obliga a regresar a la base, empapados y con el papel de las prensas inservible para unos cuantos días. Aunque cuando se encrespa es si las prensas no le llegan a tiempo a los lugares concertados. Les afectó especialmente la celebración de elecciones generales a finales de mayo, que se preveían muy reñidas, y en la que los arrieros se quedaron en casa para poder ir a votar; entonces la llegada de las prensas se retrasó cuatro días, en los que tuvieron que quedarse más o menos inactivos en Málaga. Del mismo modo, muestra su preocupación por los gastos que hace, sobre todo si considera que las plantas colectadas no lo compensan. A lo largo del relato también va explicando, cada vez con más pesar, como empeoran sus problemas de visión, que incluso le hacen plantearse abandonar y regresar a Barcelona; evidentemente, la alegría es total cuando la dueña de la posada de Yunquera consigue curarlo, aunque nos quedamos con las ganas de conocer el remedio.
 
El pinsapar de la Siera de las Nieves hoy día (A. Rivas)
      Las descripciones que da del medio son concisas y precisas. Generalmente indica los materiales geológicos y los nombres vulgares de las plantas más características que conforman el paisaje, aunque de vez en cuando también aparece algún nombre científico: Lavandula, Erica, Cistus, en los que diferencia varias especies. También señala aquellas plantas que le parecen más interesantes o incluso deja escrita alguna observación de tipo corológico o taxonómico. Pero lo que más conmueve es leer su alegato final a favor de la conservación de los bosques de pinsapo de la Sierra de las Nieves, que tanto le han impresionado por su grandiosidad y que se encuentran dañados por el sobrepastoreo. A pesar de que ya hacia 1870 la Sociedad Malagueña de Ciencias había pedido al ministerio correspondiente que la sierra fuera declarada Parque Nacional por sus valores paisajísticos, Gros constata la degradación –de hecho tiene que volver con las prensas casi vacías– y apunta a los culpables: los administradores forestales, que con su negligencia permiten pastar más de tres mil cabezas de ganado donde apenas caben quinientas. Y también hace uno de los primeros recuentos de reclutamientos de pinsapo, comprobando que el problema no es la falta de plantones, sino que están "esperando seguramente el momento de ser decapitados por la primera cabra que pase".  
       No menos de una quincena de plantas, algunas híbridas, llevan epítetos específicos que honran y recuerdan "aquest home extraordinari, devot apassionat de la ciència, humilíssim, treballador incansable, noble, lleial i honrat a més no poder" **.

Enric Gros. Prólogo. p. 7-16. In: C. Pau (1922). Nueva contribución al estudio de la Flora de Granada. Memòries del Museu de Ciències Naturals de Barcelona, sèrie botànica 1(1): 1-74 + X lám. [Disponible en Biblioteca digital del RJB]


* Carlos Pau (1916). Contribución al estudio de la flora de Granada. Treballs de la Institució Catalana d'Història Natural 1916: 195-227. [Disponible en Biblioteca digital del RJB]
** Pius Font i Quer(1953). Història de dos botànics catalans. Anuari de l'Institut d'Estudis Catalans de 1953: 21-45.

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